¡Qué difícil nos resulta, a veces, abrir las puertas de nuestra casa a determinadas personas!
¡Qué difícil permitirles entrar para conocer las dependencias interiores donde se encuentra lo más profundo de nosotros mismos!
Es lógico que abramos las puertas de nuestra morada a aquellos en los
que confiamos, los que nos conocen, los que sentimos que no nos van a
traicionar, los que no nos muestran a nosotros una cara y a los demás
otra... los que nos dicen las cosas a la cara y no van comentando por
detrás...
Es normal que permitamos entrar en nuestra casa a las personas
queridas... pero para los demás también deben estar las puertas
abiertas, de tal manera que nos mostremos ante ellos tal y como somos,
con nuestra verdad, con transparencia.
Ofrezcamos nuestra casa a los otros, es grande la riqueza que alberga...
puede ser un gran regalo para aquellos que solo ven nuestra fachada
desde la calle.
Encar_AM
Extraído de Reflejos de luz