Queremos compartir con todos, la reflexión que nos acompañó e iluminó durante la
marcha en silencio que hicimos el pasado sábado 17.
Vamos a recorrer un camino exterior y físico como símbolo de otro camino
interior y espiritual.
La meta no está fuera de nosotros mismos, “allá en el cielo”. Es una
peregrinación al Absoluto. A Dios.
No es tampoco un camino de “ideas mentales” aunque sean sublimes.
Es el camino del silencio interior, de la meditación.
Y meditar es despertar a la realidad, es contemplar.
Dejémonos impactar por lo que vamos a sentir y experimentar en esta
caminata.
Ver, oler, gustar lo que vamos a ir viviendo de la naturaleza paso a
paso, momento a momento.
Abrirse al instante preciso, dejar el pasado y sin ansias por la llegada.
Contemplar la naturaleza, abismarse en ella, gozarse con ella.
Sentirse en comunión con toda la realidad, abrirse al Todo.
Sentirnos unidos todos los que vamos peregrinando.
Soltar amarras, ataduras, dejarse conducir por el Espíritu que sopla.
Este camino es el de la autonomía, dejando la heteronomía inmadura y
externa a nosotros.
El camino más directo y auténtico es el de la consciencia de la realidad.
La meditación interior en silencio lleva a vivir la realidad tal cual es.
Vivir en el silencio y la entrega.