La santidad es responder a la llamada de Dios en cada momento de nuestra vida.
La santidad es seguir los pasos de Cristo acercándonos a los pobres y necesitados.
La santidad es escuchar el clamor del mundo y actuar para paliar un mínimo de dolor.
Los milagros los vemos cada día en las personas que se dan, que se
parten y reparten por ayudar a los otros, en los trabajadores que tienen
interminables horas laborales por un mínimo sueldo. en los padres que
se desgastan por sus hijos, en las sonrisas de los niños y en el amor de
los jóvenes.
Milagro es mirar más allá de lo que ven nuestros ojos, tocar el
sufrimiento de los demás y hacerlo nuestro, andar por caminos que otros
rechazan por miedo o temor...
Pero... hay personas que hacen que la santidad y los milagros sean
especialmente significativos. Son aquellos que con su propia vida
anuncian un mensaje de Amor incondicional, que no se dejan llevar por
los otros y que son valientes para arriesgar hasta su propia vida.
Ayer, dos hitos de la Iglesia fueron elevados a los altares, al fin y al
cabo es un reconocimiento público de la Iglesia por el bien que hicieron
en su pontificado a tantas y tantas personas que se cruzaron con sus
mensajes.
¡Gracias Karol Wojtyla, gracias Angelo Giuseppe por vuestra vida entregada regando del Amor de Dios el camino de muchos!
Encar_AM